lunes, 28 de julio de 2008

"EL CULTO A LA VIRGEN" II

LAS SOLEMNIDADES DE LA VIRGEN

Las solemnidades de la Virgen son tres. La primera de ella cronológicamente hablando se produce a raíz de la proclamación del dogma de la maternidad divina de María en el Concilio de Éfeso del año 431 siendo a partir de entonces cuando el culto a la Virgen se desarrolla de manera clara. Cronológicamente aparece después el dogma de la Inmaculada Concepción de María en el S XIX y a mediados del S. XX se proclama el dogma de la Asunción de la Virgen María a los cielos en cuerpo y alma.

La solemnidad de María, Madre de Dios (antes fiesta de la Circuncisión), es dogma de fe desde que el Concilio de Éfeso en 431 así lo proclamara. Esta fiesta está destinada a "celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la santa Madre de Dios, por la que merecimos recibir al autor de la vida" (MC 5). Ese día se celebra también la "Jornada mundial por la Paz", instituida por Pablo VI. La solemnidad de María, Madre de Dios se celebra el 1 de enero. Ocho días después del nacimiento de un niño los judíos practicaban el rito de la Circuncisión, signo visible de la pertenencia al pueblo escogido y de la Alianza con Yahvé, fiesta que la Iglesia recordaba en la octava de Navidad, primer día del año conjuntamente con la solemnidad de la Maternidad de María como Madre de Dios. Fue el Concilio de Éfeso el que proclama a María no sólo como Madre de Cristo sino como Madre de Dios gracias entre otros a San Cirilo que defendió el dogma en contra de la opinión de Nestorio. Así, María no es solo Madre de Cristo sino Theotokos, en latín Dei Genitrix, o sea, Madre de Dios. Este título de la Virgen como Madre de Dios fue el primero que la Iglesia reconoció, siendo el último otro que también hace referencia a su aspecto de Madre, el de Madre de la Iglesia, que comentamos más adelante.


Otra Solemnidad de la Virgen es la Inmaculada Concepción (creencia piadosa defendida expresamente en Puente Genil desde el S. XVI y declarado dogma por Pío IX el 8 de diciembre de 1854 por la Bula Ineffabilis Deus) esta íntimamente ligada a la historia de muchas Hermandades. El Papa Sixto IV introduce esta fiesta en el calendario romano en 1476. En el Misal de San Pío V figuraba sólo como memoria y no será hasta Pío IX en 1854 cuando se proclame como Dogma.

La Pureza de María era especialmente defendida por los franciscanos, siguiendo las enseñanzas de Duns Scotto, y era combatida por los dominicos que seguían la enseñanza de Santo Tomás en el sentido de que sólo Cristo había estado libre del pecado original y que la Virgen fue purificada en el momento de su Concepción. Si Cristo redimió a todos los hombres (redención universal) también redimió a María y si Ella no tuvo pecado original entonces ¿cómo pudo ser redimida? Este razonamiento tomista implicaba que para que la redención fuese universal debía abarcar a toda la Humanidad incluyendo a la Virgen y para que Ella fuera redimida debía haber tenido al menos el llamado “pecado original” que todos los humanos por el hecho de serlo traemos al mundo.

El dogma hay que entenderlo como un privilegio especial concedido a su Madre, ya que la Virgen tuvo una "redención profiláctica": Cristo impidió que tuviese pecado pero ese hecho la Virgen se lo debe a Él luego Ella fue también redimida, aunque de otra forma que el resto de los mortales (como el médico que cura al enfermo o impide, a través de medidas preventivas, que alguien contraiga la enfermedad: en ambos casos el médico es quien cura).

En Puente Genil, la primera mención a la Inmaculada en la documentación examinada aparece en un cabildo celebrado el 26 de septiembre de 1614 y se refiere a la Cofradía de la Limpia Concepción:

“Y se vio en este cabildo una petición que dio Martín del Pino, alférez mayor y hermano Mayor de la cofradía de la Limpia Concepción de Nuestra Señora, por la cual dice que la torre de la iglesia de Nuestra Señora, esté maltratada y promete ruina. Que pide se aderece, a lo cual se acordó que por las razones que se contienen en este cabildo no puede ahora este consejo acudir a lo susodicho por estar muy faltados los propios. Y con esto se acabó dicho cabildo”.

A la vista de estos datos apuntamos la existencia de la Imagen de Nuestra Señora que ya se veneraba, antes de 1650, con el nombre de Concepción en la ermita de la Madre de Dios, en oposición a la explicación tradicional del cambio de advocación de la Imagen a raíz de su proclamación del Voto como Patrona, pues ya en esta última fecha apuntan y precisan en el Voto que “ siempre han venerado”.

La llamada "pía opinión" (defensora de la idea de que la Virgen había sido concebida sin pecado original) era claramente defendida por los franciscanos (Duns Scoto), en unos debates que nacen en el S. XII y en Sevilla era opinión mayoritaria como demuestra el hecho de que el Cabildo de la catedral celebrara la fiesta de la Inmaculada desde 1369. Scoto razonaba de la siguiente manera: dado que las Escrituras no aclaran si la Virgen fue o no concebida sin pecado original y que las opiniones sobre este tema pueden ser tres, él defendía la más favorable a la Virgen. Las tres opiniones se resumen en que o bien la Virgen fue concebida sin pecado original (pía opinión), o bien fue concebida con pecado original y purificada nada más nacer (opinión tomista) o en tercer lugar que fue concebida con pecado original y fue purificada posteriormente.

En 1615 el movimiento inmaculadista en Sevilla llegó a tomar tintes casi de revuelta popular (la llamada por Kendrik "the Marian war") acudiendo una embajada a Roma encabezada por Mateo Vázquez de Leca y Bernardo del Toro para influir en el Papa al objeto de conseguir la proclamación del dogma, cosa que no lograron de Paulo V pero si al menos que no se defendiera en público la opinión contraria mediante la renovación que hizo el Papa de la Constitución de Sixto IV sobre la Concepción Inmaculada. Esto sucedió el 8 de diciembre de 1616.Las únicas fiestas concepcionistas son motivadas por acontecimientos de carácter extraordinario. Las primeras tienen lugar en 1617 y 1622. La de 1617 celebra un decreto el 12 de Septiembre que autoriza la defensa pública de las tesis inmaculistas.

El 26 de Octubre el Cabildo pontanés acuerda hacer una fiesta a la Inmaculada. En junio de 1622 Gregorio XV publica el decreto “Santíssimus”, prohibiendo la defensa pública de las tesis contrarias al misterio de la Inmaculada Concepción. El cabildo decide ofrecer una fiesta a la Limpia Concepción en acción de gracias por el decreto papal.

La posterior Bula de Clemente XIII de 14 de marzo de 1761 por la cual se declaraba a la Inmaculada Patrona principal y Universal de España y las Indias supuso un gran avance en la proclamación del dogma, ya en el S. XIX. El mismo mes que se publicó por parte del Rey Carlos III que el Papa había aceptado su propuesta de nombrar a la Inmaculada Patrona de España y de las Indias, el Rey hizo un decreto para que todo el Reino celebrara de forma especial dicho nombramiento.

En todos los lugares hubo fiestas y misas, pero El Pontón de Don Gonzalo lo hizo de manera más solemne y especial por ser nuestra Patrona y por haber sido los primeros en nombrarla, celebrando siete Funciones Principales. En 1650 La Puente la nombra Patrona, 111 años antes de que en 1761 el Papa la nombrara Patrona de España y las Indias y en 1854 el Papa aprueba el Dogma de la Inamaculada. De tal manera que Puente Genil se adelantó 204 años a la Iglesia Universal en hacer el Dogma. De ahí la importancia del voto que renovamos cada 8 de Diciembre.


La Asunción de la Virgen (15 de agosto) fue declarada dogma de fe el 1 de noviembre de 1950 por Pío XII, con estas palabras:

"Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial"

(Constitución Apostólica Munificentissimus Deus).

El sentido de esta fiesta es que "María asunta al cielo personifica el estado de gloria que tiene todos los que, como Ella, murieron en Cristo".


La MC dice al respecto: "En la solemnidad del 15 de agosto celebramos la gloriosa Asunción de María al cielo: fiesta en la que recordamos su destino de plenitud y bienaventuranza, la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, su perfecta configuración con Cristo resucitado. Fiesta que propone a la Iglesia y a la Humanidad la imagen y la consoladora garantía del cumplimiento de la esperanza final. Pues dicha glorificación plena es el gozoso destino de todos aquellos a quines Cristo ha hecho hermanos, teniendo en común con ellos la carne y la sangre" (MC 6).

Esta creencia ya se venía aceptando desde el S. VI, muy relacionada con la fiesta de la Dormición celebrada desde muy antiguo en las iglesias orientales. Desde el S. VI se celebraba una fiesta en Jerusalén que pasa a Occidente con el nombre de la Dormición de Santa María.

MC: Marialis cultus



Apuntes sobre la Historia de la Pontificia y Real Cofradía
de Ntra. Sra. de la Purísima Concepción,
Madre de Dios Coronada y Patrona de Puente Genil.

sábado, 12 de julio de 2008

"EL CULTO A LA VIRGEN" I


La presencia actual de María en la liturgia católica ha quedado claramente definida fundamentalmente por dos documentos: por un lado por la Constitución promulgada por el Vaticano II sobre la Iglesia denominada “Lumen Gentium fechada el 21 de noviembre de 1964 que dedica su capítulo VIII a la Santísima Virgen María, Madre de Dios, en el Misterio de Cristo y de la Iglesia y por otro lado la Exhortación Apostólica "Marialis Cultus" para la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen, dada por el papa Pablo VI en Roma el 2 de febrero de 1974. El papa Juan Pablo II también ha contribuido a enriquecer el culto mariano con su Encíclica "Redemptoris Mater" de fecha 25 de marzo de 1987 y con las misas de la Virgen María que en número de 46 han completado esta presencia de María en la liturgia católica dejando el culto a la Virgen claramente establecido y en su justo lugar. Estas misas están especialmente dirigidas para la memoria sabatina y para los santuarios marianos de la Cristiandad.

La presencia del culto a la Virgen en la Iglesia católica se deja ver:
En el AÑO LITÚRGICO. La Virgen no tiene ni puede tener un ciclo propio dentro del año cristiano. La SC, documento para la reforma de la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos dice en el apartado 103: "En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la BIENAVENTURADA MADRE DE DIOS, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y contempla, como en la más purísima imagen, lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser".

No obstante lo dicho hay un tiempo litúrgico en el cual la presencia de María es muy clara: en Adviento y Navidad. El Adviento es un tiempo especialmente mariano: se celebra la solemnidad de la Inmaculada el ocho de diciembre y ya en tiempos de Navidad la solemnidad de la María, Madre de Dios el uno de enero. La última semana del Adviento, en las ferias del diecisiete al veinticuatro de diciembre es toda una eclosión de María que se refleja en las lecturas y un momento especialmente apto para celebrar el culto a la Madre de Dios. La Cuaresma y el tiempo pascual tienen en la liturgia actual escaso color mariano. Sin embargo, en Semana Santa la presencia de la Virgen al pie de la cruz se hace patente (he ahí a tu hijo... he ahí a tu madre), así como en Pentecostés cuando los Apóstoles, presididos por la Virgen, reciben el Espíritu.

En CADA DÍA se la recuerda durante la misa en la Plegaria Eucarística, que es el centro de la celebración, en algunos de los numerosos prefacios marianos establecidos para las fiestas de la Virgen, en las intercesiones cuando la Iglesia hace memoria de los Santos y en el embolismo tras el Padre Nuestro (si se dice “Líbranos, Señor, de todos los males...y por la intercesión de la gloriosa siempre Virgen Maria...). También se la recuerda en el Credo cuando lo hay ("y nació de santa María Virgen") y en el acto penitencial (si se escoge la fórmula del Yo confieso en la frase "por eso ruego a santa María, siempre Virgen"). La Liturgia de las Horas también recuerda diariamente a la Madre de Dios, concluyendo el Oficio de Completas, último del día, siempre con una antífona mariana de las que existen cinco formularios: Salve Regina; Sub tuum praesidium (Bajo tu amparo nos acogemos); Alma Redemptoris Mater (Madre del Redentor) en Adviento y Navidad; Regina caeli, laetare, alleluia (Reina del cielo, alégrate) en tiempo pascual y Ave Regina caelorum (Salve, Reina de los Cielos) en Cuaresma, antífonas cuyos textos figuran al final del libro. Un lugar ciertamente privilegiado en esta liturgia de las Horas concluir cada día con el recuerdo a María.

En CADA SEMANA en la memoria libre "antigua y discreta" de Santa María en Sábado, día en el cual se pueden decir una de las misas de santa María Virgen. Desde la Edad Media se ha considerado el sábado como día dedicado a la Virgen (en las liturgias orientales es el miércoles). El fundamento de tal elección hay que buscarlo en la tradición, que considera que el sábado, día en que Jesús permanece muerto, es el día en que la Fe y la Esperanza de la Iglesia estuvieron puestas en María como presidenta del Colegio Apostólico. Tiene este día sus propias misas votivas en número de siete.

Tradicionalmente el pueblo cristiano ha tenido en el mes de mayo un recuerdo especialmente ligado a la memoria de María, nacido de elementos de la piedad popular. Al coincidir con el tiempo pascual hay que saber conjugar la presencia de María con la de Cristo, ya que María es en definitiva el fruto más espléndido de la Pascua que nos trae Jesús. Pero especialmente se la recuerda en sus celebraciones propias que son:

* tres solemnidades (María Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción)
* dos fiestas (Natividad y Visitación)
* ocho memorias (Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora del Rosario, santa María Virgen Reina y la Presentación de Nuestra Señora como memorias obligatorias y Nuestra Señora de Lourdes, el Inmaculado Corazón de María, Nuestra Señora del Carmen y Nuestra Señora de la Merced como memorias libres). Como creencias marianas la Iglesia ha proclamado cuatro dogmas que hacen referencia a María como siempre Virgen (antes, durante y después del parto), a María como Madre de Dios, a su Inmaculada Concepción y a su gloriosa Asunción a los cielos en cuerpo y alma.

A estas festividades habrá que sumarles las propias de cada nación, pueblo o comunidad religiosa. El color litúrgico propio de las fiestas marianas es el blanco y por especial privilegio de la Santa Sede, en España e Hispanoamérica puede usarse el azul en la Inmaculada y en la fiesta de la Medalla Milagrosa, así como la Orden franciscana.

En lo que respecta a los signos de reverencia que se tributan a la Virgen habría que decir que la incensación a las imágenes marianas consiste en dos golpes dobles de incensario. La inclinación de cabeza (reverencia simple) es lo más apropiado ante sus imágenes. Recordamos que la genuflexión está reservada a Jesús sacramentado y a la adoración de la Cruz el Viernes Santo. La Virgen no es persona divina por lo que los signos de adoración son exclusivos para Dios.

En cualquier caso es fundamental siempre tener en cuenta que el único culto que la Iglesia tributa a Dios es el culto cristiano queriéndose decir con esto que el culto a la Virgen y el debido a los Santos está siempre supeditado y en subordinación al culto que se tributa a Cristo que es su punto necesario e imprescindible de referencia. Sin el culto a Cristo lo demás no tiene sentido. Los cristianos adoramos a un solo Dios, un solo Señor y reconocemos un solo bautismo.