miércoles, 16 de septiembre de 2009

"LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA"


Por Daniel J. Carmona




Nos encontramos con otra fiesta dedicada a la Stma. Virgen en el mes de Septiembre que es uno de los meses con más días dedicados a la Madre de Jesucristo, en concreto el que la Iglesia establece para recordar los siete dolores que sufría María. Ayer día 15 el Evangelio, nos decía sobre la figura de María:

"Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás y María, la Magdalena. Jesús al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre : Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego, dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa".

(Hebreos 5, 7-9, Salmos 30, 2-6, 15-16 Juan 19, 25-27)



La Iglesia Católica ha venerado siempre con singular cariño los siguientes siete dolores de la Virgen:


PRIMER DOLOR: El nacimiento de Jesús en un pobre portal.

La mayoría de las madres ven nacer a su hijo en una clínica o en una casa, en una cama aunque sea pobre. La Virgen tuvo que ver nacer a su hijo en un pesebre, en un serón donde echar de comer a los animales. En una cueva barrida por el viento, en el mísero portal que nuestros pecados le prepararon al Redentor. Ese fue su primer dolor y con su pobreza aprendió a comprender a todos los que sufren por falta de lo necesario y se conmueve mucho cuando ellos le suplican su ayuda. Siempre viene corriendo en ayuda de los necesitados, porque Ella supo lo que es ser pobre.










SEGUNDO DOLOR: La presentación de Jesús en el templo.

A los cuarenta días de nacido, presentaron al Niño Jesús en el Templo y el profeta Simeón lo tomó en sus manos y dijo: "Este niño será causa de división: de salvación para unos y de perdición para otros, y por causa de Él, una espada de dolor atravesará tu corazón, María".
(San Lucas 2, 34).

Desde entonces supo María que Jesús sería perseguido y que a Ella le esperaban grandes penas a causa de su Hijo, porque, como dice San Pablo "Todo el que quiera vivir como lo manda Dios, sufrirá persecuciones".










TERCER DOLOR: La huida a Egipto.

Cuando los magos fueron a visitar al Niño Dios a Belén, el rey Herodes les dijo que volvieran a Jerusalén a contarle dónde estaba el Niño, porque él deseaba ir a adorarlo. Los magos, por orden de Dios, no volvieron a donde Herodes y entonces éste mandó a sus soldados a que mataran a todos los niños menores de dos años. Un ángel anunció a José que debían huir antes de que llegaran los asesinos y así de noche, huyeron a Egipto. (S. Mateo 2, 13)

El viaje a Egipto fue algo sumamente duro. La Madre de Dios se preparaba con este espantoso sufrimiento para comprender a todos los que tienen la pena de tener que salir de su tierra querida, alejarse de sus familiares, sufrir peligros, etc. Por eso la llamamos "Madre Dolorosísima", porque ninguna otra mujer ha sufrido más que Ella. Pero tampoco hay mujer que sepa comprender y ayudar mejor a los que sufren.












CUARTO DOLOR: La pérdida de Jesús en el templo.

José al volver de Jerusalén a Nazaret pensaba: "Como Jesús apenas tiene 12 años, seguramente se habrá ido con el grupo de las mujeres". Y María pensaba: "Como Jesús ya tiene 12 años seguramente se fue con el grupo de los hombres". Y así ninguno de los dos se extrañó de que en el primer día de camino Jesús no estuviera a su lado. Pero esa noche, al encontrarse, su primera exclamación fue: "¿Y Jesús, no venía contigo?”.

Qué noche de terribles angustias. No podían regresarse todavía pero al día siguiente corrieron a Jerusalén. María recorre las casas de sus familiares en busca de Jesús. ¡Cuántos pensamientos habrán pasado por su mente angustiada! ¿Le habrá sucedido una desgracia? ¿Estará Dios disgustado por esto? ¡Y así tres largos y agustiosos días!

María se estaba preparando para poder compadecer a todos los que pasamos angustias, ansiedades, temores, sufrimientos, dudas...









QUINTO DOLOR: Se encuentra con Jesús en la calle de la amargura.


El Viernes Santo, cerca del mediodía, la Virgen está en la plaza, junto al palacio de Pilatos, escuchando los resultados de aquel juicio injusto. De pronto oyó que Pilatos leía la sentencia que helaba de terror la sangre de los ajusticiados: "Irás a la cruz. Quedas condenado a muerte".


María siente una pena inmensa. Pide a Juan Apóstol que la conduzca hacia una de las calles por donde va a pasar el cortejo hacia el Calvario. Y allí espera a Jesús y pronto lo ve llegar. ¡Pero ya no es el imponente profeta que predicaba en las montañas! La Sagrada Biblia dice que "Ya no parecía un hombre. Uno retiraba la vista del horror al verlo. Tan desfigurado estaba". (Isaías 53)

Y cuenta la tradición que la Virgen Santísima, de la pena, se desmayó.

Por muchos siglos hubo allí una capilla llamada del "Desmayo", y la gente explicaba que ahí se desmayó la Virgen cuando se encontró con su Hijo camino al Calvario. Pero María se repuso de su desmayo. Pidió al Apóstol Juan que la acompañara hasta el Calvario y allí se fue porque Ella repetía como Jesús: "Padre, si no es posible que pase este cáliz de amargura sin que yo lo beba, que no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres. Hágase tu voluntad" (S. Mateo 26, 42)








SEXTO DOLOR: Jesús muere en la cruz.


Ver morir a un hijo es terrible. Pero ver morir al más bueno y amable de todos los hijos y de una muerte tan cruel, tan injusta, tan inhumana como la que le dieron a Jesús, es el más grande tormento que un corazón de mujer haya soportado sobre la tierra.












SÉPTIMO DOLOR: Jesús bajado de la cruz y colocado en brazos de su Santísima Madre.

El Santo Entierro de Jesús fue una de los más pobres que se han presenciado en la humanidad. Solamente siete personas. Tres hombres y cuatro mujeres. La Virgen no tuvo con qué comprarle una sepultura, ni siquiera una mortaja. Tuvieron que prestarle de limosna un sepulcro y regalarle unas sábanas para envolverlo.

Allí estaban representados todos los hombres. Un comerciante: José de Arimatea. Un político: Nicodemo. Un obrero campesino: Juan Apóstol. Y además de nuestra Señora las tres Marías: María Magdalena, María Salomé y María de Cleofás. Y nadie más.

Pero lo más impresionante debió de ser su dolor en aquella hora. ¡Mas Ella no se desespera! Ella sabe bien que la despedida con los muertos no es definitiva. Ella sabe que la resurrección llegará para todos. Y esa esperanza de resurrección suaviza la pena.








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