viernes, 30 de enero de 2009

"EL CULTO A LOS SANTOS"


Las fiestas de los santos se intercalan a lo largo del año celebrándose generalmente en la fecha de su muerte, su dies natalis. El culto a los mártires fue el primero que históricamente se conoce, comenzando por una veneración a sus restos mortales reuniéndose los fieles en torno a su sepulcro. El primer mártir del que se tiene constancia que recibe una especial veneración es el obispo Policarpo, martirizado en el año 155. Una vez pasada la época de las persecuciones se comienza a tributar culto a otros personajes considerados como ilustres: los confesores de la fe, los ascetas, las vírgenes, los obispos, etc.

La jerarquía en las diversas clases de santos (dejando a María su lugar privilegiado) los ha clasificado por su importancia litúrgica celebrando primero a los apóstoles, mártires, pastores, doctores de la Iglesia, vírgenes, santos varones, santas mujeres, religiosos, personas caritativas y educadores. Hoy día el culto a los santos a nivel de calendario universal tiene como criterio el que sean santos de importancia mundial dejando a los calendarios particulares las celebraciones y memorias de aquellos santos que sean de devoción más localistas o de familias religiosas. Solamente comentamos a continuación aquellas celebraciones de santos que son consideradas como solemnidades a escala universal.

Hay una única excepción en la liturgia católica de un santo que se le recuerda en dos días: en su nacimiento y en su martirio. Se trata del Precursor, Juan el Bautista, personaje que cobra pues una excepcional importancia en el culto católico. Recordamos su nacimiento el 24 de junio, solsticio de verano, y su martirio en el día 29 de agosto. El nacimiento de Juan, el Precursor, se contrapone claramente al de Cristo (seis meses más tarde). Juan el Bautista decía que "es preciso que El crezca y yo disminuya" (Juan, 3,30). En el solsticio de verano se da la noche más corta y es la fecha en la cual los días empiezan a disminuir, días que volverán a crecer justamente en Navidad. Celebramos su nacimiento con el grado de solemnidad.

Solemnidad es también San José, primero entre los santos y cuyo culto apareció en la Edad Media, "como consecuencia de la devoción a la infancia de Jesús" (Julián López: La liturgia de la Iglesia). Los grandes propagadores de su devoción fueron san Bernardo y santa Teresa de Jesús y la fijación de su fecha en el diecinueve de marzo es totalmente fortuita.

La festividad de los santos apóstoles Pedro y Pablo tiene también grado de solemnidad, celebrando la iglesia en ellos no sólo la gloria del martirio sino también su vocación apostólica. Es muy frecuente verlos juntos en los templos, tanto en esculturas como en retablos, o en pinturas figurando como los dos pilares de la Iglesia y como fundamentos de nuestra fe. Su día de celebración es el veintinueve de junio.

La solemnidad de Todos los Santos tiene su origen en la Dedicación del Panteón de Roma a la Virgen y a todos los santos, realizada en el año 610. Conmemoramos a "la muchedumbre que nadie puede contar", como Asamblea de la Jerusalén Celeste. Su fecha de celebración es el primer día de noviembre.

A los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael se les dedica una fiesta conjunta, en el veintinueve de septiembre. Celebrar la fiestas de estos arcángeles supone celebrar la cercanía de Dios a nuestras vidas. Los ángeles aparecen en la vida de Jesús en numerosas ocasiones: Anunciación, Nacimiento, en el desierto le confortan y en su muerte anuncian a las mujeres la Resurrección.

Solemnidad es también la fiesta de Santiago Apóstol (en España), ya que es considerado como Patrono de nuestra nación. La tradición cristiana ha señalado a España como el lugar de la predicación de Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de Juan el Evangelista. Fue sobre el año 830 en que se descubrió su sepulcro dando lugar a la actual Santiago de Compostela, iniciándose desde ese momento las peregrinaciones y convirtiendo a Santiago en uno de los tres lugares de peregrinación más importantes del mundo, tras Roma y Tierra Santa.

viernes, 23 de enero de 2009

"LAS CORONACIONES DE LAS IMÁGENES MARIANAS"


“La veneración a las imágenes de Santa María Virgen frecuentemente se manifiesta adornando su cabeza con una corona real”

Esta frase tomada de los prenotandos del Ritual de la coronación de una imagen de santa María Virgen deja a las claras que es costumbre antigua. Desde el Concilio de Éfeso (431) se inicia esta costumbre, extendida tanto por Oriente como por Occidente. Al generalizarse se fue organizando el rito para dicha ceremonia, rito que fue incorporado en el S. XIX a la liturgia romana.


El fundamento teológico de esta costumbre de considerar e invocar a la Virgen como Reina se basa en que María es Madre del Hijo de Dios y Rey mesiánico, Madre del Verbo encarnado por medio del cual fueron creadas todas las cosas, celestes y terrestres. Es colaboradora augusta del Redentor ya que tuvo una participación relevante en la obra salvadora de Cristo y es la más perfecta discípula de Cristo ya que dando su asentimiento al plan divino se hizo digna merecedora de la corona de gloria. Además María es miembro supereminente de la Iglesia, bendita entre las mujeres, Reina de todos los santos. Por todos esos méritos, no exhaustivamente expuestos, la costumbre de coronar a la Virgen está más que justificada. Pero si teológicamente tiene un fundamento claro hay otras razones, quizás de más peso aunque de tipo sentimental. Coronar una imagen de la Virgen es una muestra de amor, de cariño, de profundo respeto con el que los fieles devotos de dicha imagen pretenden expresar su entrega y agradecimiento a la Reina de los Cielos. Para una hermandad la coronación canónica de su imagen mariana titular supone un verdadero revulsivo que dinamiza enormemente la vida interior de la misma.


El barrio que acoge a la hermandad o cofradía se moviliza igualmente y en general se puede decir que toda la ciudad cofrade participa, en mayor o menor grado, de ese acontecimiento. Por citar solamente un caso podemos decir que la coronación de la Virgen de los Dolores, de la cofradía del Cerro del Águila, supuso todo un acontecimiento en el barrio, que fue visitado por miles de personas y que de no ser por ese acontecimiento, difícilmente lo conocerían.


Se recomienda que sólo sean coronadas aquellas imágenes que debido a la gran devoción de los fieles hacia Ella gocen de cierta popularidad y de tal modo que el lugar donde se venera sea sede y centro de un genuino culto litúrgico y de activo apostolado cristiano. En definitiva, que la devoción a la Virgen bajo la advocación concreta esté lo suficientemente extendida como para justificar ese rito. El ministro adecuado para oficiar este rito será el obispo diocesano, otro obispo o en su caso un presbítero, preferentemente que tenga relación con el lugar de culto de la imagen aspirante a ser coronada. La fecha indicada será coincidiendo con alguna solemnidad o fiesta de la Virgen o en otro día festivo, evitándose hacerla en las solemnidades y fiestas del Señor ni en días penitenciales. Se hará preferentemente durante la misa o bien en una celebración de la Palabra de Dios. El color litúrgico que le corresponde será el blanco.


(Foto: Ntra. Sra. de la Purísima Concepción, Madre de Dios Coronada
archivo propio)

viernes, 9 de enero de 2009

"EL TIEMPO ORDINARIO"


El tiempo del Año litúrgico que no tiene un carácter propio (Adviento- Navidad, Cuaresma y tiempo de Pascua) recibe el nombre de Tiempo ordinario, que abarca 33 ó 34 semanas. En este tiempo no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo.

El Tiempo ordinario (TO) comienza el lunes siguiente al domingo posterior al 6 de enero, Epifanía, y dura hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza, que da inicio a la Cuaresma. Ahí se interrumpe para reiniciarse desde el lunes siguiente a Pentecostés hasta las vísperas del primer domingo de Adviento, (que es el domingo más próximo al 30 de noviembre) con el cual se inicia el Nuevo Año litúrgico.

Durante el tiempo ordinario se celebran numerosas fiestas tanto del Señor como de la Virgen y de los Santos. Este Tiempo Ordinario es una novedad de la reforma postconciliar ya que antes era llamado domingos después de Epifanía y domingos después de Pentecostés y también “domingos verdes” por el color litúrgico que se emplea. El Tiempo Ordinario cobra su unidad en el Leccionario ya que tiene un ciclo trianual en los domingos y bienal en las ferias.


Para los cristianos cada día tiene un sentido cristológico: la mañana trae el recuerdo de la Resurrección, la hora de tercia recuerda al Espíritu Santo, la hora de sexta la Ascensión, la de nona la Crucifixión y muerte del Señor, la de vísperas la Cena y la noche la espera escatológica del Señor. Antes de la reforma litúrgica, el Tiempo Ordinario recibía su significado casi exclusivamente del Santoral, habiéndose recuperado actualmente la visión global del misterio salvífico. Según la costumbre latina, el lunes recibe el nombre de "feria segunda" y así sucesivamente hasta la feria sexta (viernes). El sábado tiene su nombre propio heredado de los judíos (Sabbat que significa descanso).

En el T.O. la Iglesia celebra en la semana del 18 al 25 de enero el Octavario por la unidad de los cristianos, coincidiendo con la fiesta de la Conversión de san Pablo que se celebra el 25 de enero, y en octubre Preces para después de la cosecha, Témporas de acción de gracias y de petición en el cinco de octubre, pudiendo añadirse dos días más (se trata de dar gracias a Dios por los dones recibidos en el curso pasado y en las vacaciones). El penúltimo domingo de octubre se celebra el Domund (Día de la propagación de la Fe).